Terisa Morgan se consideraba una mujer vulgar. De hecho, a veces incluso dudaba de la realidad de su propia existencia. Secretaria en una destartalada misión frecuentada por viejos y miserables, llevaba una vida anodina y solitaria. Por eso, aquella noche, mientras se preparaba para pasar otra deprimente velada sola, sufrió la mayor sorpresa de su vida cuendo, al mirarse en uno de los muchos espejos que cubrían las paredes de su apartamento y le daban un poco más de sentido a la realidad de su vida, observó al otro lado a un apuesto joven. Y la sorpresa fue mayor aún cuando se dio cuenta de que no se trataba de un reflejo, sino que el joven estaba realmente al otro lado. Y la sorpresa se convirtió en estupor cuando el espejo se hizo bruscamente añicos, y de pronto aquel extraño joven estuvo en su misma habitación...